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Sebastian de Belalcazar – Diego Garces Giraldo – Feriva


Ficha tecnica:

  • Autor:  Diego Garcés Giraldo
  • Titulo  :  Sebastián de Belalcázar,
  • fundador de ciudades 1490-1551
  • Estudio biográfico
  • Cali, Impresora Feriva,
  • Año :  1986.
  • Paginas :  586 págs

$38,000

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INTRODUCCIÓN

Sebastián de Belalcázar es una de las grandes figuras de la conquista de América. Analizando sus hechos, encontramos que en nada es inferior a Hernán Cortés ni a Francisco Pizarro. Estos descubrieron imperios milenarios cuyas riquezas maravi­llaron a Europa y aún suscitan la admiración de historiadores, arqueólogos y sociólogos. Por su propia iniciativa y a su costa, Belalcázar descubrió y conquistó las vastas regiones que hoy constituyen gran parte del Ecuador y de Colombia. Con Fran­cisco Pizarro y Diego de Almagro fue uno de los principales conquistadores del Perú, aunque su participación en esos hechos ha sido menos estudiada, debido tal vez a su posición subalterna. No obstante su antigua amistad con ellos, sabía que sus ambiciones no iban a dejarle campo en el Perú. De ahí que orientara su conquista en dirección completamente opuesta, y después de Cajamarca da comienzo a sus expediciones por su cuenta y riesgo y conquista el Quitó indígena. Tuvo una parte prepon­derante en la fundación de Santiago de Quito y de San Francisco de Quito, la actual ciudad capital del Ecuador. La primera fundación de Guayaquil, como las de Cali, Popayán y Pasto, se debieron a su propia iniciativa, así como las de Timaná y Neiva. Tampoco debe olvidarse la parte que tuvo en la fundación de Santafé de Bogotá en el legendario encuentro con Gonzalo Jiménez de Quesada. El letrado tuvo que inclinarse ante el hombre práctico.

Esas fundaciones con otras ciudades que aún subsisten, y algunas que han desaparecido, lo han hecho merecedor del nombre de Fundador de Ciudades, que hemos escogido como subtítulo del presente estudio (1).

Belalcázar se distinguió por su fortaleza física, su ambición para llegar a las metas que se había señalado, y ante todo por la lealtad a su Rey y a Dios. Ningún conquistador recorrió distan­cias tan enormes a través de las regiones y los climas más dispares. No permitió que nada se interpusiera en sus planes para independizarse de toda sumisión a terceros, y demostró en ello inteligencia y astucia poco comunes. Como diría Gonzalo Fernández de Oviedo hablando de los conquistadores, y de Belalcázar en especial: «Enviados por un superior radicado en las Indias, hacían luego lo imposible para independizarse de él y depender directamente del Rey con el fin de que no le llamen segundos sino primeros, e procurar para sí los mismos oficios en ofensas de sus superiores, y tener manera como se entender con el Rey e pierda las gracias quien le puso en tales capitanías”.

Nunca se desdijo Belalcázar de su lealtad al Rey. Distrayendo la atención que deseaba dedicar a sus provincias, partió al sur en tres ocasiones para prestar su ayuda a los representantes que la Corona había enviado para sofocar los intentos de rebelión que sumieron al Perú en una larga guerra civil. Otras hubieran sido las consecuencias si Belalcázar vacilase, prestando oídos a los que como Gonzalo Pizarro esperaban contar con su respaldo.

Belalcázar fue también colonizador. Cuando regresó de Es­aña nombrado gobernador de Popayán, trajo animales, plantas y semillas, y vino acompañado de artesanos y de labriegos que supieran trabajar la tierra. Trajo también las primeras mujeres blancas con sus maridos, que formaron hogares estables regidos por las costumbres domésticas y valores cristianos que han perdurado hasta nuestros tiempos. Su testamento nos revela sus profundos sentimientos religiosos. Se preocupó siempre por la conversión de los indígenas a la fe católica, y entre sus mejores amigos se contaban sacerdotes como el mercedario Fray Hernando de Granada y el padre Juan de Ocañá que lo acompañaron en sus descubrimientos.

A Belalcázar se le acusa de haber sido cruel con los nativos y de haber seguido una vida licenciosa. Para juzgarlo debemos situarnos en el lugar y en el tiempo. Nuestro sistema de valores no nos sirve para interpretar el ayer. Como dice Morales Padrón: «América había que conquistarla tal como se hizo. Los hombres que allí fueron no eran una pandilla de asesinos desalmados; eran unos tipos humanos que actuaban al influjo del ambiente determinado por su época, por las circunstancias, por el enemigo, por su propio horizonte histórico. La Conquista puso al rojo todas las virtudes y defectos de la raza” (2).

Belalcázar no fue una excepción en cuanto a su conducta con las indígenas. En realidad, casi todos los conquistadores se unieron a mujeres indígenas, ya raptadas u obtenidas por donativo, derecho de guerra, compra o trata. Pero en Belalcázar apreciamos unos sentimientos poco comunes entre los conquistadores, por lo menos con respecto a sus hijos. Fue un padre responsable que les tuvo hondo afecto y se preocupó siempre por su bienestar. No desdeñó nunca la mujer indígena, se comportó ante ella elementalmente, la hizo madre de sus hijos y así esta mujer «hizo Hispanoamérica, este crisol que sigue fundiendo, mezclando, procurando hacer de las muchas una sola sangre, una sola piel, un único espíritu y cultura” (3)

Ante el hecho de la conquista de América por los españoles, la idea que nos formemos de ella puede ser, como en todos los fenómenos, la de un anverso o la de un reverso. Puede ser la que nos ofrece Fray Bartolomé de las Casas en su brevísima relación de la destrucción de las indias, la de los murales mexicanos de Diego Rivera, la de Neruda en su Canto general, o la opuesta, o la intermedia. La acción de la conquista y la colonización, solo comparable a la de Roma, nos ha legado ingentes testimonios documentales, narrativos, jurídicos, religiosos y teológicos, y hasta pictóricos. Mediante ellos es factible seguirle el rastro al proceso multifacético desarrollado en diversas geografías, diversos tiempos, diversas circunstancias y por diversos hombres. Toda esta variabilidad hay que tenerla presente. Se suele generalizar cuando se habla de América, sin tener en cuenta la tremenda diversidad imperante entre unos y otros países, arrastrado por tópico cargados de asertos sin comprobar o sin someter a una crítica.

Francisco Morales Padrón (La historia negra de España en América)

Diego Garcés Giraldo nació en Cali de padres con hondas raíces en la región. Se educó en Inglaterra donde residió su familia muchos años. Ha participado en política y representado a su país en importantes cargos en el exterior. Siendo Gobernador del Valle del Cauca fundó la Biblioteca Departamental que lleva el nombre de su padre, don Jorge Garcés Borrero. Es Miembro de Número de la Academia de Historia del Valle del Cauca y Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Historia del Ecuador y de varios institutos que se ocupan de antropología y de genealogía. Autor de varios artículos y ensayos históricos, y del libro «Juan Francisco Garcés: Aspectos sociales y económicos de su tiempo (1678-1747)».  Nos ofrece en este libro un estudio serio y documentado de la discutida personalidad de Sebastián de Belalcázar. La inclusión de sus cartas al Emperador Carlos V —casi todas dirigidas desde Santiago de Cali—, de su testamento y de otros importantes documentos relacionados con su vida, y una abundante bibliografía, complementan la obra y la hacen útil para quienes deseen profundizar en los aspectos sociológicos de la Conquista, en la que Belalcázar fue uno de los más destacados capitanes. La Isla Española, el Darién, Panamá y Nicaragua, sitios donde pasó muchos años de su vida; el Perú, el Quito indígena y las vastas regiones que constituyeron la Gobernación de Popayán, son el escenario que sirve de fondo para este ensayo biográfico del Adelantado.

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