El autor analiza el amor y cómo en la esfera creciente de lo comercial, las relaciones son pensadas en términos de costo y beneficio.
A través de una reflexión audaz y original revela las injusticias y las angustias de la modernidad sin ser absolutamente pesimista, con la esperanza de que es posible superar los problemas que plantea la moderna sociedad líquida.
El amor líquido es la filosofía romántica imperante de nuestra época.
Es probable que, en algún momento de tu vida, hayas oído hablar del sociólogo polaco Zygmunt Bauman y de su concepto “amor líquido”. La enunciación no puede ser más gráfica: amor líquido, una imagen que es la metáfora perfecta para algo frecuente en nuestra sociedad: la fragilidad de las relaciones sentimentales.
Es propio de la sociedad de la información y el consumo en que nos encontramos. Las personas dan más valor a la experiencia presente, a la libertad sin ningún tipo de ataduras, al consumo puntual y poco responsable y a la satisfacción inmediata de las necesidades corporales e intelectuales. Todo aquello que no cumple con el requisito de la inmediatez, del “usar y tirar”, es desechado.
El amor líquido, pues, hace referencia a la fragilidad de los vínculos sentimentales, alude a la necesidad de no establecer raíces emocionales profundas con las personas con que nos cruzamos en la vida, a fin de permanecer desvinculados emocionalmente y así poder encajar en un entorno en constante mutación. Sin embargo, el amor líquido no solo refiere a nuestras relaciones con los demás, sino también a nuestra relación con nosotros mismos, pues Bauman considera que vivimos en una cultura que destaca por la “liquidez del amor propio” de los individuos.
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