Éste no es el luminoso parís de turistas y estudiantes. Es la ciudad subterránea y gris de los emigrantes, de los que perdieron toda esperanza en su propio país. Son vidas alumbradas por la intensidad de sus desgracias, por el colorido recuerdo de valles y colinas que nunca acaban de dejar atrás. Son salvajemente jóvenes en todo,en su ansiedad ante el amor y la patria perdida, en la voracidad con que agotan las botellas de vino y vodka y la simplicidad y compasión con que se entregan al sexo. Puros y desdichados sus historias son brutales y hermosas como en un relato ruso.
En esta novela un joven escritor que refriega platos en las mazmorras de un restaurante oriental convoca las voces de sus amigos y de sus numerosas mujeres, en un vertiginoso testimonio de lenguas y pieles africanas, orientales, latinas y también francesas. Pocas veces una obra de ficción ha palpado con tanto dramatismo y belleza el mundo de los inmigrantes.
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