El análisis positivo (más no positivista) que tiene como objeto de estudio la sociedad y sus actores y quienes son definitivamente, los que de manera diaria la construyen y reconstruyen, data apenas del Siglo XX. Y también es en el siglo, donde podemos rastrear los orígenes de algo que podríamos llamar, una doble y vana pretensión, recurrente hasta no más, en lo mejor de la doctrina que ha ido creciendo progresivamente y que hoy se conoce con el nombre eufemístico de «estudios sociales».
Una de ellas, la permanente y siempre esperanza ilusión de confiar que el análisis de lo social, así sea en mínima cuantía, puede arrojar conclusiones escépticas, neurales, objetivas, tal como es de uso corriente en la investigación de los fenómenos naturales.
Valga la pena estas precisiones para presentar el excelente libro de Humberto Rey y Otto Calderón, «El niño latinoamericano», por cuanto sus autores hacen parte de una nueva tradición científica que es necesaria resaltar.
Humberto rey viene de otros lugares, del llamado Método Científico, el que escriben con mayúscula, aquel que se estructuro bajo los parámetros de las Ciencias naturales que iniciaron su carrera vertiginosa en el siglo XVII. Pero este libro nos descubrió un humanista del siglo XIX. Un estudio que esta despojado de las vanas pretensiones que mencionábamos líneas atrás.
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