Uno de los personajes más memorables de mi niñez fue un caballero bastante excéntrico al que todos conocían simplemente como Carlos. Cuando recuerdo mi antiguo barrio, vienen a mi mente un sin fin de personajes, pero los recuerdos de Carlo son siempre felices. Yo era muy joven cuando vi por primera vez a Carlo. Estaba haciendo lo que más le gustaba: caminando al fresco, aparentemente sin destino, cantando una ópera.
¡Qué bien cantaba ese hombre! Arias de Puccini, Verdi y Algunas veces se detenía por un instante, alcanzaba una nota alta y gesticulaba dramáticamente ignorando a los que lo rodeaban. Mamá decía que debía de estar un poco loco pero que cantaba bien y eso era muy hermoso. Todos estábamos de acuerdo. Puesto que sólo actuaba algunas veces, nunca dejó de resultarme novedoso escucharlo cantar de ese modo. Nunca nadie se sintió molesto u ofendido. Las personas lo miraban y sonreían. A Carlo no le importaba su opinión. Simplemente caminaba haciendo lo que le gustaba.
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