Cuando en medio de la prisa diaria tenemos la oportunidad de leer un artículo de Clara Zawadski, gustosamente destinamos gran parte de nuestro limitado tiempo, no solo para degustarlo y analizarlo, sino también para cuestionarnos acerca de nuestro verdadero papel frente a los temas que nos afecta cotidianamente y que, así mismo, rechazamos con indiferencia.
En esta ocasión, la lectura de este libro no va a ser la excepción. El tema que lo origina, aunque no lo deseemos, siempre va a estar amenazante junto a nosotros, a nuestras mujeres, madres, esposas, hermanas, hijas, en fin, todas aquellas mujeres que por su naturaleza, son el objetivo enfermizo de una clase desadaptada de hombres que deambulan tranquilamente en su búsqueda.
Bien lo dice la autora, refiriéndose al tema de la violación:
Es un terreno vedado, una dimensión que se preferiría evitar para no hacer confrontaciones que impliquen indiferencia pero, ante todo, desconocimiento de las circunstancias que les ha tocado padecer a tantas mujeres, desde la antigüedad, y digamos que hace media hora o en este mismo momento.
La violación es delito sobre el cual las estadísticas, que nunca traducen la magnitud de los casos, dicen poco, ya que se silencia en su mayoría. Sobre su ocurrencia existe un alarmante subregistro, debido al temor a la denuncia y a la situación humillante a la que queda sometida una mujer, cuando decide acudir a las autoridades.
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