Dos familias, la de los Buendía y los Iguarán, han acabado por dar luz a un muchacho con cola de iguana a fuerza de casarse entre sí. Úrsula Iguarán, recién casada con José Arcadio Buendía, se niega a que el matrimonio se consume por temor a que también les nazca un hijo con cola. Ello da pie a que Prudencio Aguilar eche en cara José Arcadio su poco valor. José Arcadio acaba matándole por su provocación, pero el muerto se le aparece constantemente.
Huyendo del fantasma del muerto, y al frente de un grupo de compañeros, José Arcadio llega a una aldea de apenas «veinte casas de barro y cañabrava construida a la orilla de un río» y se queda a vivir en ella. Esta aldea se llama Macondo, mítico escenario de ésta y otras obras del autor. El único contacto que sus habitantes tienen con el exterior lo constituyen las periódicas visitas de unos gitanos capitaneados por un tal Melquíades, que, además de conocer el sánscrito, introducen en Macondo el hielo y el imán.
El libro se inicia, precisamente cuando Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía, hijo de José Arcadio, recuerda aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Así comienza el libro, pero no la historia, que abarca, en realidad, cuatrocientos años y nos informa acerca de innumerables antepasados de José Arcadio y de su esposa Úrsula, revelando en su construcción, como gran parte de la narrativa hispanoamericana del momento, la influencia de Faulkner: su acción no avanza de manera cronológica, sino a brincos, por flashes que nos permiten conocer fragmentos de ella y sólo luego, al final, proporcionamos una visión global.
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