¿Le compra con frecuencia costosos regalos a su hijo, aunque no se trate de una ocasión especial? ¿A menudo pospone gastos familiares para pagar las vacaciones o los caprichos de su hijo? ¿Le deja ver más de una hora de televisión diaria? ¿Lo lleva a «excursiones culturales» aunque él no quiera ir? ¿Está su hijo habitualmente matriculado en actividades opcionales como lecciones de música, de idiomas o entrenamientos deportivos, aunque él generalmente preferiría quedarse en casa jugando? ¿Espera su hijo recompensas en dinero, cada vez que le hace un favor a alguien o realiza una buena acción? ¿Su hijo se queja a menudo de estar «aburrido» y no tener nada qué hacer, a pesar de tener el cuarto lleno de juegos? Si la respuesta a cualquiera de estas preguntas es afirmativa, usted puede ser padre de un niño que tiene demasiado… Una epidemia social que, según los expertos, está poniendo en peligro la salud física y emocional de los niños.
Eso es lo que sostiene el pediatra Ralph Minear, profesor de pediatria de la Facultad de Medicina de Harvard, quien publicó un libro sobre el tema: El niño que tiene de todo en exceso, que fue presentado en Colombia por Editorial Norma. Según el autor, a falta de tiempo para estar con sus hijos, los padres están dando excesivas cantidades de libertad, dinero, juguetes, comida, información y protección a sus hijos. Son padres que quieren que sus hijos tengan todo lo que ellos no tuvieron. Sin embargo, lejos de conseguir el ‘hijo perfecto’ con el que sueñan, se encuentran generalmente con niños desadaptados, deprimidos o rebeldes que sucumben ante semejante avalancha.
Es el síndrome del niño rico. Pero según el autor, no se necesita ser rico para sufrir tal síndrome. «El fenómeno no se ve sólo en los niños de clase alta. Con mayor frecuencia se presenta en familias de clase media, ‘acomodadas’ o que simplemente aspiran a tener más bienes, más ingresos y mejor posición social». Y como resultado del esfuerzo económico y los sacrificios que implica para muchas familias saturar a sus pobres retoños de «oportunidades», los niños se ven enfrentados también a demasiadas exigencias para que sobresalgan en todos los campos. «Muchos padres modernos piensan que deben colocar a sus hijos, tan pronto como sea posible, en la ruta del triunfo para evitar que se queden rezagados. En lugar de permitir que los niños adquieran y desarrollen sus aptitudes a un ritmo natural, tratan de acelerar el proceso normal de aprendizaje y ejercen sobre sus hijos enormes presiones que no les dejan una alternativa distinta a triunfar» .
Para saber si usted ha convertido su hogar es una especie de invernadero donde se cultivan superniños, el autor da señales de alerta: Cuando el niño empezó a caminar, ya estaba matriculado en algún programa de enseñanza precoz. Su hijo es generalmente el primero en poseer las innovaciones que aparecen en el mercado. La mayor parte del día del niño está programada. Durante las vacaciones, su hijo siempre toma un curso (desde tenis hasta lectura rápida) destinado a darle una ventaja especial sobre otros niños.
«Generalmente los padres que invierten más dinero que tiempo en la educación de sus hijos se ven frustrados o al menos desconcertados de que los resultados no sean equivalentes. En cambio los que participan de sus intereses y dan más compañía que bienes materiales reciben inesperados dividendos de satisfacción por los logros de sus hijos», afirma el pediatra.
Pero además de la frustración paterna, los niños son los que pagan las consecuencias de esos excesos. La opinión general de los expertos es que cada vez más niños llegan a los consultorios de los pediatras y sicólogos, víctimas del mismo estrés que sufren los adultos en el competitivo mundo profesional. Los síntomas de lo que el autor llama «el síndrome del niño rico» se manifiestan en diversas formas. En la parte física pueden ir desde frecuentes dolores de cabeza hasta la aparición de fobias sin que medie una razón aparente.
En la parte emocional este alto nivel de ansiedad se manifiesta en la falta de rendimiento escolar y dificultad para mantener buenas relaciones con sus compañeros. Según el especialista, existe una lìnea divisoria muy sutil entre los padres que saben cómo ayudar a sus hijos a desarrollar todo su potencial y aquellos que los presionan excesivamente. «Pero cuando se ha cruzado ese lìmite, el niño se vuelve desdichado, intranquilo, irritable o presenta síntomas físicos y emocionales. Con gran frecuencia incurre en comportamientos perjudiciales, como el consumo de alcohol o la utilización de drogas prohibidas».
La opinión de los expertos es que los padres modernos están forzando el ingreso prematuro de sus hijos en el mundo de los adultos. Con frecuencia, los padres cortan demasiado temprano las amarras que unen a sus hijos al hogar. Muchos de los problemas serios del adolescente son el resultado de los excesos de libertad:
niños que pasan mucho tiempo sin la vigilancia, que manejan el dinero sin control, que realizan demasiadas actividades fuera de su casa, que tienen acceso a programas de televisión o revistas para adultos y que toman sus propias decisiones cuando aún no han recibido la orientación y los valores necesarios para enfrentar tales experiencias. El especialista sostiene que si bien brindar a los hijos oportunidades y ventajas para que puedan desarrollar todo su potencial es una aspiración sana, las exageraciones en este sentido pueden acarrear serios problemas en su formación.
Las siguientes son algunas de sus advertencias:
* Demasiada libertad, puede dar como resultado falta de disciplina y desorientaciòn moral.
* Demasiadas cosas materiales son por lo general un substituto del tiempo y la atenciòn personal.
* Excesiva presiòn para que sobresalgan, puede crearles un alto grado de ansiedad e impedirles alcanzar sus propias metas.
* Demasiada informaciòn a una edad que no corresponde puede causar mayor desorientaciòn.
* Excesiva protecciòn da una preparaciòn deficiente para enfrentar los retos de la vida real.
Lo cierto es que el exceso de cosas y de experiencias, parece estar quitándole a la niñez su capacidad de asombro. Las nuevas generaciones están recibiendo mucho más que las anteriores; sin embargo, no parecen gastar mucho tiempo soñando o empleando sus energìas en ocupacicines creativas. Según los expertos, el hecho de gozar de bienes y privilegios no garantiza niños adaptados y felices.
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