Con la llegada de Colón a América irrumpe la crónica como gran género narrador de las Indias Occidentales, y la primera que ofrece noticias sobre el Nuevo Mundo está firmada, precisamente, por el almirante.
Las crónicas colombianas más antiguas proceden de las cartas enviadas por funcionarios españoles a la reina Isabel I de Castilla. Sin embargo, es El carnero la obra que inaugura la crónica moderna en Colombia. Si hasta entonces habían prevalecido los relatos de logros militares, fundaciones y nuevos objetos, con Juan Rodríguez Freire se instala el cronicón de villa, el relato de hechos que renuncian a todo perfil épico y se centran en los personajes, miserias, pequeñas glorias y sucesos de la comunidad.
En esta antología, emparentada con las dos anteriores de reportajes y de entrevistas colombianas publicadas bajo este mismo sello, he trazado la línea de corte en 1950, apenas pasado el 9 de abril de 1948. Hasta entonces se extenderá, pues, este primer tomo dedicado a estudiar y divulgar crónicas históricas y los primeros asomos de la crónica periodística. El segundo tomo abarcará esta última a partir de aquel momento.
Con estos volúmenes se logra establecer el panorama más amplio del género periodístico nacional, desde sus más remotos inicios.
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