Muchos pensadores han pretendido rescatar la figura del «divino» marqués, cuya importancia en la historia de las ideas humanas es trascendental. Era un verdadero republicano, admirador de matar, pero enemigo de la pena de muerte, tenía sus propias ideas políticas, poseía un amor acendrado por la libertad, de la que durante tanto tiempo se le privó. Sin embargo, hasta la fecha no se ha podido hacer un retrato auténtico de él; se dice que en su infancia tenía un rostro tan encantador, que las señoras se volvían para admirarlo.
Cara redonda, ojos azules, cabellos rubios, sus movimientos eran perfectos y su armoniosa voz tenía acentos que tocaban el corazón de las mujeres. Era cortés hasta la obsequiosidad y afable hasta la unción, y hablaba respetuosa- mente de todo cuanto uno respeta. Hay quienes dicen que poseía un as- pecto afeminado y que desde su infancia era un invertido pasivo.
Uno de los primeros en hacerle justicia a Sade fue Guillaume Apollinaire, quien, en esta obra, lo proclama como uno de los espíritus más libres que hayan existido. Dándonos pormenores de cada etapa de su vida, haciendo un recorrido por las diferentes prisiones en que estuvo recluido, así como de sus obras y personajes, analizándolos uno a uno. Aldous huxley decía: «sus libros tienen un interés y un valor permanente por contener una especie de reductio ad absurdurn de la teoría revolucionaria Sade predica la revolución no sólo en el campo político y económico, sino también en el campo de las relaciones personales, incluso las más íntimas».
Sin duda este libro se convertirá en el punto de partida para los lectores que deseen adentrarse a la vida y obra de este hombre, discutido, pero inigualable. Sade, consciente de lo que era, se anunciaba con tranquilo orgullo al mundo: «sólo me dirijo a personas capaces de entenderme, y éstas han de leerme sin peligro».
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