«Catalina nunca imaginó que la felicidad estaría condicionada por la talla de su sujetador» “Sin tetas no hay paraíso” muestra una visión insólita del narcotráfico y sus protagonistas, Es la historia de Catalina, una joven colombiana que vive en Pereira y tiene la obsesión de conseguir una cirugía para aumentarse los senos, pues veía en ellos su único boleto de llegada al éxito, al éxito grande e inmediato, claro. Para lograr su objetivo, Catalina no duda en convertirse en una prostituta que vende sus servicios a acaudalados narcotraficantes, de quienes obtiene el dinero, los regalos caros y el estatus social con los que había soñado de niña, acomplejada por la pobreza de su hogar.
A sus catorce años, Catalina asoció la prosperidad de las niñas de su barrio con el tamaño de sus tetas. De modo que quienes las tenían pequeñas, como ella, debían resignarse a vivir en la pobreza. Por eso se propuso, como única meta en su vida, conseguir -a cualquier precio- el dinero para implantarse un par de tetas de silicona, capaces de no caber en las manos abiertas de hombre alguno. Pero nunca pensó que, contrario a lo que ella creía, sus soñadas prótesis no se iban a convertir en el cielo de su felicidad sino en su tragedia personal y su infierno.
Jessica, es una proxeneta que secunda a Catalina en su deseo por operarse, pero al final la traiciona.
Catalina, en su afán por conseguir un busto más grande no sólo entrega su virginidad infructuosamente a cambio de dinero, sino que logra la tan deseada cirugía a punta de “favores sexuales” con el médico.
Una vez su deseo es hecho realidad comienza a codearse con el mundo del narcotráfico hasta convertirse en esposa de un reconocido traficante. Sin embargo, el pasado regresa y reinicia su relación con su antiguo novio Albeiro, quien a su vez sostiene una relación con la madre de Catalina.
A esta serie de engaños e intrigas se le suman a Catalina problemas generados por los implantes mamarios que ponen en peligro su vida y su futuro.
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